Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
En democracias restringidas como
la colombiana, los partidos políticos tradicionales suelen jugar a favor de
aquellos sectores de poder que, como
parte del Establecimiento, trabajan para mantener las co-relaciones de fuerza y
las condiciones de operación del régimen de poder. A pesar de las crisis
programática e ideológica que afrontan los Partidos Políticos, estos siguen jugando un papel clave para la
democracia, de allí que la debilidad de estos se traduce en el empobrecimiento
del régimen democrático; por el contrario, su fortalecimiento bien podría
garantizar en algo la ampliación de la democracia.
Bajo esas circunstancias, aquellos
grupos emergentes que desean conquistar el poder estatal, o aquellos otros
tradicionalmente marginados del sistema político, como la izquierda, suelen
presentar a sus líderes y candidatos a
cargos de elección popular, en las contiendas electorales, bajo la modalidad de
firmas, estrategia que claramente les permite no solo presentarse como “nuevas”
opciones ciudadanas (cívicas), sino que les sirve para tomar distancia
política, así sea momentánea, de los partidos políticos tradicionales.
En la actual coyuntura pre
electoral y con la conversión de las
Farc en partido político, en el marco del hasta ahora exitoso proceso de paz
adelantado con el Gobierno de Santos, presentarse
por firmas dejó de tener esa especial característica y pasó a convertirse o
reducirse a una vulgar estratagema de políticos tradicionales que aparentemente
desean tomar distancia, bien de los partidos tradicionales, o de las micro
empresas electorales que años atrás les sirvieron para intercambiar, con
sucesivos gobiernos, apoyo político a iniciativas de carácter jurídico, a
cambio de contratos, ministerios o el manejo territorial de corporaciones y
entidades descentralizadas.
El caso de Germán Vargas Lleras
resulta paradigmático. El curtido político se presentará a la contienda electoral
de 2018, para hacer trizas el Acuerdo Final, a través de un movimiento de
firmas. Es decir, Vargas Lleras pretende cortar el largo y sucio cordón
umbilical que lo unió por años a la micro empresa electoral Cambio Radical.
Dicha colectividad deviene asociada de tiempo atrás, así como su mentor, con
prácticas clientelistas (corruptas), hecho que obliga a Vargas Lleras a tratar
de limpiar su imagen y la de su micro empresa electoral, y por esa vía,
presentarse como una opción política legítima y renovada. Sin duda, estamos
ante un intento por lavar una imagen manchada por sucesivos escándalos de corrupción
política.
Entienden los asesores políticos
de Vargas Lleras y el candidato mismo, que hoy en la agenda mediática y
política la corrupción es el tema que preocupa a las audiencias y a los
electores, en la medida en que estos grupos sociales comprendieron, un poco
tarde, que el problema de Colombia ya no son las Farc, sino el saqueo y la
depredación de las finanzas del Estado por cuenta de la corrupción que, para el
caso de Colombia, deviene estructural, hasta el punto de que al tratar de
desmontarla, se tocarían los propios cimientos del Establecimiento. Es claro
que la fuerza de la corrupción está en el ethos mafioso que se entronizó en los
partidos políticos y en la sociedad.
Así entonces, Vargas Lleras no
solo ensombrece al mecanismo de recolección de firmas, sino que cree y confía,
a pie juntillas, en que tiene el suficiente apoyo “popular” para recoger las
firmas necesarias que avalen su afán de llegar a la Casa de Nariño (¿o a la
Casa de Nari?)
Los electores deben comprender
que estamos ante un vulgar engaño: Vargas Lleras no puede tomar distancia de su
“partido”, por cuanto lo une a esa maltrecha colectividad, desde de la ética, un
largo, tenebroso y sucio cordón umbilical que no solo es irrompible, sino que
deviene históricamente marcado por su codicia y por el afán de cumplir con la “obligación”
histórica que heredó de su abuelo y su familia: ser Presidente de Colombia, a
como dé lugar. Se trata de una “obligación genética”. Veremos qué sucede con
esa innoble recolección de firmas y con la candidatura de quien, junto a
Ordóñez y al que diga Uribe, buscarán
hacer trizas el Acuerdo de Paz.
Imagen tomada de El Espectador.com
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